Echas de menos los paseos por Salamanca con alguien a tu lado que te sujete la mano, hablando de todo y de nada, corriendo por las calles, recogiendo besos en cada semáforo en rojo. Extrañas el simple hecho de compartir un helado de vainilla o de chocolate en una terraza de la plaza Mayor, o besarte hasta quebrarte los labios en las paradas de autobuses a las tantas de la mañana, echas de menos los chupitos de tequila combinados con unos labios salados, añoras el tic-tac de un corazón al otro lado de la cama, y el sonido de una respiración descompasada de la tuya…
Echas de menos temblar bajo el roce de otra piel, las mariposas y porque no hasta las discusiones...
Añoras los silencios al otro lado del teléfono, porque ahora entiendes que detrás de ellos había alguien, alguien que escondía una duda, a alguien que compartía tu cama, un te quiero, una mentira o cualquier otra cosa, los añoras porque ahora, detrás de tus silencios ya no hay nadie...
Y sabes bien que detrás de nadie no se esconde más que nada.
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