Personitas leyendo mí cabeza

domingo, 14 de junio de 2015

No.

No toques esas penas, pertenecen a un libro cerrado. 
Lo lamento, el café ya no me gusta tanto y en tu compañía podría resultarme aún más amargo.
¿Asumes que puedes pausar la vida, las emociones?
No, no pretendas, ni siquiera intentes y lo digo con un dejo de melancolía, pues te esperé días, meses y años, pero no regresaste en el tiempo justo a salvar este amor que agonizaba.
Fueron mañanas, tardes, noches y tiempos que me resultaban infinitos y tristes, yo rogaba quedarme sin aire. 
A mis 24 se dibujaron dos arrugas profundas, se me invirtió la sonrisa, mientras vos cantabas a eso que creíste tu libertad.
Te diste al sexo sin control, a las drogas, a las borracheras. 
Nunca me extrañaste cuando otras mujeres tantas madrugadas desnudaron tus caricias, tus besos… No, estabas tan ocupado.
Fue así cuando te supe mortal, de carne y huesos nada más.
Tan vulgar que me diste pena y hasta te tuve asco. 
Días enteros me cobijé con la poesía, escapé a otros dolores.
Te odié cuando intenté seguir amándote.
Y tus ojos, tu sonrisa, tu piel, tú en fin, se volvieron fragmentos oscuros, que dolían tanto como aquel abril que me quise dar a la muerte, entonces te detesté un poco más, por haberme llamado a la vida y darme una cita con la felicidad para siempre, me plantaste en medio de un baile que empezaba a gustarme. 
Te aborrecí por dejarme parada en los días que comenzaban a tener sentido, lloviendo entre el desorden de un te amo y mil porqués.
La lógica se apuntó con el tiempo, entendí tus actitudes, tus palabras.
No me amabas

Fernanda Lupera (Ecuador, poesía)

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