Personitas leyendo mí cabeza

viernes, 29 de julio de 2016

Una chica.

Es una chica hubiera:
la hubiera amado mejor,
la hubiera besado bonito,
la hubiera defendido contra mí,
la hubiera detenido cuando en su mirada me gritaba no me quiero ir,
la hubiera abrazado como se abrazan algunas estaciones:
con tiempo y alejando el frío.

Es la chica por la que te pones triste
al recordarla y darte cuenta de que no hiciste
absolutamente nada para detenerla,
para tratarla mejor,
para presentarla a tus padres;
cuando ella hizo hasta lo imposible amándote,
porque chicos como tú son difíciles de querer
e inevitables de doler.

Es la chica del por qué:
¿por qué no le dije eso, aquello y esto?
¿por qué no estuve ahí en sus noches imposibles?
¿por qué la acompañé en todos sus domingos?

Lo más increíble de todo es que ella te perdona
por no haber estado ahí, 
por no haberle dicho aquello,
por no haberla sacado a bailar,
por no haberla tomado de la cintura 
y susurrarle su poema favorito al oído,
por no haberla invitado a más noches de estrellas fugaces,
por no ser tu única excepción.
Créeme que le duele hacerlo,
pero ella es más grande que su perdón,
que dejarte ir,
que coserte las alas para que vueles lejos.

Lo que no sabes es que por las noches va corriendo a su habitación 
y se encierra con sus fantasmas y aún les habla de ti hasta la madrugada, 
hasta quedarse dormida abrazando una fotografía donde sonríes. 

Y si un día te la llegas a topar accidentalmente en el supermercado, en el parque o simplemente en la calle, sentirás que la conoces de algún lado, pero tu memoria y tus sentimientos te fallarán. Le pedirás volverse a ver y le darás tu número, pero solamente te mirará con un brillo nostálgico en los ojos, observando cada una de tus pecas, tus lunares y tus imperfección donde algún día amó perderse. Y jamás la volverás a ver de nuevo y te preguntarás a ti mismo ¿qué será de aquella chica? ¿Se acordará de mí? Y en ese preciso instante ella conocerá tu olvido.
Benjamín Griss

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