Personitas leyendo mí cabeza

viernes, 30 de diciembre de 2016

Ella.

Ella tiene tanta ternura en el alma
como infierno en las manos.
Es una chica de metáforas,
de sonrisas tristes,
de momentos inolvidables,
de paseos de un minuto,
de recuerdos que perduran en tiempo, distancia y amores.

Coge vértigo cuando se enamora,
le tiene miedo a no estar a la altura del amor,
a pensar más que a sentir
y destrozarlo todo.

Es trascendental,
imparable,
invernal;
lleva la locura al borde del límite
y corre a mil kilómetros por suspiro.

A simple vista,
luce tranquila como el mar,
pero si la conoces a fondo,
verás cuán dañada está.
No te arrastrará a su desastre,
pero querrás ser parte de él.
Querrás ser parte del baile,
de la música que suena en sus ojos,
de la película que se reproduce en su mirada:
es una película,
una canción,
un poema
sin siquiera saberlo.

Todo lo que toca lo convierte en cenizas para los ojos que la ven,
pero para quien la mira con paciencia, de esas cenizas, siempre nace una flor,
una flor en campo de batalla:
sus lágrimas son sus corazas,
su corazón es su escudo,
y siempre va con la armadura por delante,
protegiendo a los suyos.

Se consume en un eterno infierno
mientras se sujeta el cinturón
y lo intenta de nuevo.
Porque es la chica que no se da por rendida tan fácil,
es la chica de los infinitos intentos.

Te desea las buenas noches en silencio,
suspira en su habitación
y se lanza a su cama como si se lanzase a un abismo,
en una irremediable caída.
Sus ojos cuentan la historia,
su sonrisa cuenta su historia,
sus cicatrices cuentan su historia,
y gracias a su historia es por lo que decidió cambiar.
Cambiar de aire,
de pensamiento,
de ciudad,
de personas.
Se mudó a un lugar en donde sólo existe
ella y su soledad.
Y ambas sonríen mientras ven el sol nacer en el horizonte.
“Flor en campo de batalla“, 
Benjamín Griss

No hay comentarios:

Publicar un comentario