Personitas leyendo mí cabeza

domingo, 8 de enero de 2017

Miedo.

Temor
Tengo miedo.
Le temo a entenderte, y a que me entiendas; a que este misterio que nos une se acabe y tengamos que buscar entretenimiento barato por otros lados.
Le temo a dedicarte palabras que no entiendas, que te aburran, que no te interese escuchar.
Le temo a necesitarte. De tal manera que me vuelva inútil, que me vuelva prescindible, que me vuelva devota, que me vuelva ignorante, que me vuelva triste por no tenerte a mi lado todo el tiempo.
Le temo a odiarte. Pero, antes que eso, le tengo miedo a quererte. ¿Te imaginas? Quererte, quererte de verdad.
Le temo a estar juntos y también a no estarlo.
Le temo al limbo en el que, en estos momentos, nos encontramos varados y sin una posible escapatoria hacia nuestra tercera dimensión conocida y real.
Le temo a las dudas, a la interpretación que mi cabeza terca les da, a esta idea enferma de pensar que tú me quieres y que yo te quiero porque lo demás no importa.
Le temo a decírtelo, a perder la vergüenza y decírtelo: “Te quiero. Me gustas, me agradas y me encantas. Quiero estar contigo. Tal vez no sólo contigo, pero sí en una mayor parte de mi tiempo”. Desperdiciar mi tiempo no es tan inevitable como contigo.
Le temo a odiarte, a lo que vendrá después y también a lo que ya estamos viviendo.
Le temo a los demás, a lo que piensen, a su opinión y a que pueda llegar a oídos tuyos. Que si soy buena, que si soy mala, que si soy terrible, que si no estoy tan mal; cualquier cosa me aterra. ¿Qué pensarás tú? No lo sé. Tan sólo te pido una sola cosa: no me odies, no me desprecies, no me evites, no me huyas. Porque lo que sea que cualquiera diga de mí, está equivocado; te lo aseguro.
Le temo a odiarte, pero más le temo a que me odies.
Le temo a que implantes mis pies en la realidad, a que no me dejes volar, a que no me dejes ser, a que no me dejes libre, a que no me dejes sola, a que me dejes sola, a que me olvides, a que me recuerdes, a que te calles, a que no hables, a que te deje, a que me dejes, a que nos dejemos, a que sigamos como estamos y también a que cambiemos.
Le temo… Te temo a ti, entonces. Sí, a ti, pero también a estar sin ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario