Personitas leyendo mí cabeza

domingo, 5 de agosto de 2018

Quédate.

No ibas a quedarte, y eso lo sabíamos ambos.
Me arriesgué, metí la mano en el fuego prometiéndome que serías diferente, que no me quemaría; pero me hice cenizas.
Desde entonces el fuego es otra manera de helar. 
Desde entonces mis manos han perdido su forma por no tener tus dedos entrelazados en ellas. Desde entonces las notas del piano suenan desafinadas porque se me ha olvidado incluso tocar.
El café iba a quedarse frío, los cigarros consumidos en el alféizar de mi ventana y las ojeras moradas por el insomnio.
Demasiadas promesas que ardían por el deseo de ser cumplidas y que se quedaron en nada.
Ibas a largarte pero tus recuerdos iban a permanecer; quién sabe por cuánto tiempo más.
Las mañanas se resumen en la misma rutina de mierda de siempre:
Pongo el pie derecho nada más levantarme de la cama —pensando así que el día comenzará bien, pero me equivoco— y vuelvo a pisármelo con mis torpezas y heridas.
A continuación, al llegar a la cocina, caliento de nuevo el café, pero desde que tú no estás me sabe más agrio que nunca y es entonces cuando acaba desapareciendo por el fregadero.
Antes de vestirme, me observo durante unos minutos en el espejo, pero sigo viendo mis tristezas.
«Y qué más da, el maquillaje las cubre», me digo. Me visto con mi mejor sonrisa y salgo a la calle.
Todo me viene a la mente desde que no estás, el banco del parque parece incluso más triste y las palomas ni siquiera aparecen en busca de una mínima migaja de pan. Cada vez que tu perfume aparece de nuevo por mi lado, acostumbro a girarme, pero, ¡joder!, sigues sin estar.
Veo cómo incluso los maniquíes se ríen de lo triste que ando por la vida. 
Cuando llego a casa —cansada de otro día—, me desnudo, incluyendo mi alma y vuelvo a llover. Lluevo con nuestras canciones de fondo, nuestras fotos en las manos y la sonrisa rota.
Desde entonces, las fotos me salen en blanco y negro y escribirte en silencio es lo único que me alivia.
Hice de mi rutina una monotonía, un desastre.
Y qué desastre tan bonito.
Supongo que los recuerdos ya han cicatrizado en las heridas, pero, si te soy sincera:
Todavía sigo sintiendo si las rozo.
-Cía

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