¿Conocen ese
sentimiento? Cuando solo estás esperando. Esperando para volver a casa, entrar
a tu habitación, cerrar la puerta, caer en la cama y dejar que todo lo que
guardaste durante todo el día salga. Ese sentimiento de alivio y desesperación
a la vez. Nada está mal. Pero nada está bien tampoco. Y estás cansada. Cansada
de todo y de nada. Y solo quieres a alguien para que esté ahí para ti y te diga
que todo estará bien. Pero nadie estará allí. Y tú sabes que tienes que ser
fuerte, por ti, porque nadie puede arreglarte. Pero estás cansada de esperar.
Cansada de tener que ser la que se tiene que “arreglar” a si misma y al resto.
Cansada de ser fuerte. Y por una vez, quieres que sea fácil. Que sea simple.
Que seas ayudada. Que seas salvada. Pero sabes que no lo serás. Pero sigues
esperanzada. Y sigues imaginando. Y sigues siendo fuerte y luchando, con
lágrimas en tus ojos. Estás luchando.
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