Y
allí estaba, en ese callejón, el cual recordaba como tenebroso, pero eso solo
era por la noche, ahora irradiaba luz, y se veían las flores que habían puesto
los vecinos para darle vida. ¿Y si a él, al igual que a mi antes, le gustaba la
oscuridad? ¿Si no lo vería ahora? ¿Si no lo volvía a ver?, solo quería
intentarlo… Pasaron veinte minutos, nadie era él, entonces empecé a pensar en
lo que hacía allí… Habérmelo encontrado era simple casualidad, así que decidí
irme a casa, había llovido la noche anterior, así que caminaba mirando al suelo
para no pisar ningún charco, entonces, me tropecé con alguien.
-Disculpe, iba mirando a otro
lado.
-Sus ojos son más bonitos al sol
preciosa- Oh dios, mi amado desconocido. Esperen, ¿Yo dije eso? Quitemos lo de
amado.
-¿Por qué siempre nos encontramos
en el mismo sitio?
-¿Por qué me lo pregunta si es
usted quien quería verme y por ello, me esperaba aquí?
-Yo… esto…- ¿¡Qué demonios?!-
Parece que el señorito sabe muchas cosas, el problema es que yo no sé ninguna,
¿Se apiadará de mí y me explicará lo que sabe?
-¿Explicarte lo que sé? Bueno…
saber, saber poco… Sé que hoy es martes, que anoche llovió, que adoro tus ojos
y no lo puedo negar… Sé muchas cosas, pero no sé nada.
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