Recuerdo que cuando estaba
enferma de amor. Bloqueas a todo el mundo. Te sientes tan cansada, porque no
has dormido bien, en absoluto. Sabes que va a estar en tus sueños, pero no
quieres quedarte despierta llorando en tu cama hasta lograr despertar al otro
día atormentada por un tifón de preguntas. Estás muerta de hambre, pero no
puedes comer porque te estás muriendo de hambre por él, y todos sus recuerdos sólo
te dejan con un agujero más grande en tu corazón. Incluso tu ropa te recuerda a
él, lo que llevabas cuando lo besaste aquel día. Todavía puedes oler su aroma
por todo tu cuerpo, aunque su olor no ha estado allí por mucho tiempo. Deseas
que su aroma se quede atascada en ti, pero sabes que tirarás de tu piel
tratando de sacarlo de ti. Lo encontramos en la calle sin querer, y esperamos
una señal… una palabra, y quieres gritarte que no debes hacer nada, que debes
salir corriendo y volverte a encontrar, pero acabas de ver su cara y esperas a
que diga algo, lo más mínimo pero no dice nada, luego se despide y te desgarras
por no decirle algo. Dejas de hablar con tus amigos, se preocupan y tratan de
consolarte, pero te hacen sentir mal porque piensan que lo saben, pero no
tienen ni idea de lo perdido que te encuentras. Así estuve un día, enferma de
amor, de amar.
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