Soy dueña de
la noche, criatura de las profundidades. Alimentándome de las sombras,
disfrutando de la luna, observando tus sueños, formando parte de tus
pesadillas. Sombras por toda la habitación, me temen, tienen miedo, nunca
duermo, no descanso, no me hace falta. Para mí no existe sensación más dulce
que el dolor, el sufrimiento, voy en busca de almas perdidas, de corazones
rotos, de lágrimas en tú almohada… Me alimento de ellas, poco a poco, te quito
el dolor, y me lo trago yo, cada trago es más dulce, así que cada vez mi alma
está más negra, más dolida, ¿Qué por qué lo hago si es así? Para saber la
respuesta… Antes tienes que conocer mi historia.
Se dice que
las almas en pena, almas rotas y perdidas en esta oscuridad conocida como la
realidad, esperan a que alguien llegue, alguien que con su sonrisa ilumine el
sendero, alguien que su presencia haga cicatrizar heridas, simplemente, buscan
a ese alguien… No me considero diferente, pero yo no quería saber nada de ese
ser, será que no tenía el alma rota, simplemente era, que no tenía alma.
Me encontraba
una noche perdida entre las sombras de los bosques de asfalto, buscando
pesadillas en las que adentrarme, alimentándome de los corazones rotos, que, en
estos tiempos, abundan, quizás demasiado. Las calles estaban llenas de esos
seres transparentes, sí, conocidos como las personas, ¿Qué por qué los llamo
así? Porque así son, no son más que cuerpos dirigidos, personas sin corazón,
personas que simplemente, no son personas… Aunque debo admitir que muchos aun
se salvan, adultos pocos, pero niños muchos, lo bueno de la inocencia, aunque,
ahora cada vez se pierde antes, estos tiempos… Pero de repente, algo cambió, de
repente desaparecieron las sombras, todo se volvió luz y, a diferencia de otras
veces, esta vez, me gustaba la calidez que emitía. Entonces le vi, alto, pelo
castaño, delgado, ojos cafés… Miradas entrelazadas, y entonces… Ocurrió. Una
sonrisa. ¿Qué era eso que sentía en mi pecho? ¿Era mi corazón? Hacía mucho que
no lo sentía. Agaché la cabeza, y seguí mi camino en busca de sombras, pero fue
en vano. Ya no tenía apetito, ya no me divertían tus pesadillas… Porque con su
sonrisa, había bastado. Durante mucho tiempo, estuve pensando en él, en esos
ojos, en esa sonrisa. Mi alma ya no estaba negra, ya no necesitaba de tus
miedos, de tus sombras para subsistir. Pero pasado el tiempo, mi hambre de
dolor empezaba a renacer, así que, una noche, como solía hacer antes, me dirigí
a una casa, mi favorita, siempre había oscuridad, lágrimas, corazones rotos,
golpes ciegos… Pretendía darme un festín, pero de nuevo, de la nada, volvió a
aparecer. Ojos, mirada, sonrisa… No, esta vez no. No iba a dejar que se fuera
de nuevo.
-¿Nos hemos visto antes?-
Pregunté.
-Sí- Me guiñó un ojo.
Necesité
un momento para responder, no me esperaba una respuesta tan sincera, pero, sin
querer, esta vez sonreí yo:
-Tenemos a un chico sincero por
aquí… ¿Y cuándo nos hemos visto?
-Bonita sonrisa… Sabes
perfectamente cuándo, dónde y cómo… Lo único que no sabes es el por qué.
-¿Hay un por qué? ¿Me lo dirás?
-No, ya lo descubrirás, será
pronto, muy pronto preciosa…- Dijo mientras se desvanecía en la lejanía.
De
nuevo regresé a casa, con el estómago vacío de oscuridad. Pero con el corazón
saciado. ¿Cómo olvidarle ahora? ¿Cómo olvidar la melodía que producía su voz al
chocar con mis oídos? Pero… ¿Y si se olvida de mí? ¿Y si no me recordará más?
¿Y si…? No me puedo creer que me pase esto, no me resulta conocida esta
sensación… Es difícil de explicar, es como si tu mente no dejara de pensar en
él, como si tus oídos aun escucharan su voz, como si tus ojos aun reflejaran
los suyos, como si tu corazón… Hubiera revivido. ¿Cómo llamar a esa
sensación?... ¡Qué más da! Esto no tenía sentido, no le conocía, no sabía nada,
simplemente, era un desconocido, que me había revivido con una sonrisa. Decidí
ir a dormir, sé que dije que no me hacía falta, pero esta vez era distinto,
sentía cansancio, sentía frío, me sentía humana… Ahí descubrí, que algo había
cambiado, no solo dormía, también soñaba, y sí, le soñé. A la mañana siguiente,
me miré en el espejo… Algo había cambiado, yo estaba cambiando… Mi piel, ya no
era tan clara, mis ojos, no estaban tan vacíos… Y si… Decidí acercarme a la
ventana a la que le llegaba directamente el sol, si estaba en lo cierto, su calidez
ya no me molestaría. Un paso tras otro, corrí la ventana y… Una sonrisa, la luz
del sol penetraba en mi piel, su calidez se adentraba en mi corazón… ¿Por qué
todo había cambiado? ¿Sería por culpa de ese chico? Esto había llegado
demasiado lejos, tenía que buscarle, tenía que encontrarle. Ahora, que la luz
no me molestaba, salí a buscarle en una preciosa mañana. ¿Por dónde buscar?
Solo se me ocurrió mirar en la calle, donde me lo había encontrado las dos
veces anteriores.
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