Ella
no se siente bien. Ella escribe en un teclado, frente a una pantalla, la cual
observa como sus mejillas cada vez se inundan más de lágrimas. Las palabras no
fluyen, se quedan atoradas en su garganta, provocándole un nudo horrible. Solo
quiere irse, chillar. Ella quiere chillar y ser escuchada. Que escuchen los
gritos de socorro que nunca dejó salir. Que escuchen las palabras que calló por
no herir. Que escuchen su historia jamás contada… Pero que también vean, la
vean de verdad, ya no más máscaras, nunca más. Que vean las lágrimas en su
cara. Que vean el alma rota en mil pedazos. Que vean el corazón desangrándose.
Que vean las cicatrices de su cuerpo. Pero más, todavía más. Que la entiendan.
Que entiendan lo que siente. Que entiendan por qué es como es. Que entiendan el peso que lleva en sus hombros. Y por último, solo una cosa. Que sientan, que
sientan todo lo que sintió, todo lo que siente. Que sientan el dolor, el
corazón desgarrándose, que sientan el alma partida, que sientan las lesiones en
su cuerpo… Que sientan, lo que nunca han querido ver. Pero no, ella no puede
salir corriendo, ella no puede chillar, ella jamás será vista, entendida y
mucho menos, comprendida. Ella sigue frente a ese ordenador, en su habitación,
oscura, para no poder ver lo débil que es. Ella sigue llorando, y llorando, y
llorando. Hasta que se vuelvan a encender las luces, y poder volver a ser, la
niña bonita, de cara sonriente…
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