Personitas leyendo mí cabeza

lunes, 8 de julio de 2013

No quería que existiera otra cosa.

Mi dedo índice se deslizaba por su espalda desnuda, se movía arriba y abajo en el hueco que dejaba su columna vertebral. Ella dormía, y no había nada más bonito que verla dormir. La sábana blanca le tapaba hasta la cintura, y yo sentía un deseo terrible de besarle cada lunar de su blanca espalda.  Ella se revolvía un poco con cada caricia de mis labios en su piel, aferrándose a su inconsciente, sin querer despertar. Y yo sonreía y la veía darse la vuelta en el colchón y mostrarme su pecho desnudo, su pecho perfecto de sirena sin cola de pez. Luego fruncía el ceño y movía los brazos buscando mi cuerpo en el lado contrario, de pronto despertaba y me sonreía, y me decía tonto y me regañaba por no dejarla dormir, y se subía encima mío, me mordía el cuello, deslizaba sus dedos por mi pelo me besaba cómo si no hubiera mañana, y yo sentía que sólo existía su boca. Y no quería que existiera otra cosa.

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