Luces apagadas, lágrimas en el rostro, espejos
tapados… No soporto ver mi reflejo una sola vez más. No me gusta lo que veo, no
es bonito, no es tierno, no es lo que quiero ser. Es algo grotesco, feo y lleno
de kilos de más por todos los lados. No sirve el maquillaje, no funcionan las
ropas largas para esconder lo que me sobra; me sobra demasiado. Risas, burlar,
comentarios despectivos… Todo eso me hace recordar la clase de monstruo que soy.
No quiero engordar, no quiero comer, mi cuerpo tiene demasiadas calorías ingeridas.
Insultos se atragantan en mi garganta, ya me cuesta respirar. Me cuesta pasarme
más de dos minutos sin atacarme a llorar, pero no me queda otra. No pueden ver
que soy débil, entonces sabrían dónde atacar (aunque ya lo hacen
perfectamente). Tiendas por todos lados, ropas preciosas, estilosas… Nunca de
mi talla, nunca me quedan bien, harta de pasarme horas en probadores hasta
conseguir algo que me siente bien. Y total… ¿Para qué? Lleves ropas preciosas
de Dior o de Gucci, un monstruo lo seguirá siendo siempre. No es fácil vivir
sin una imagen, pero es peor vivir con una imagen que odias de ti mismo, pero
no puedes hacer nada, solo tapas los espejos, te escondes en la oscuridad, con
la vana esperanza de que un día no des tanto asco…
No hay comentarios:
Publicar un comentario