Te echo de menos, y echo de menos esas conversaciones hasta la madrugada que parecían no tener fin; esas llamadas a escondidas, en las que te susurraba lo mucho que me gustabas y lo mucho que te amaba. Echo de menos que cuides de mí; que preguntes si estoy bien o si estoy mal y de ser así, que hagas hasta lo imposible con tal de hacerme sonreír, aunque siempre tuviste el poder de hacerme sonreír con cualquier cosa. Echo de menos llegar a casa y encontrar muchos mensajes tuyos diciendo que me extrañas…Nada ha sido fácil. Vuelves en forma de recuerdo en cada canción; en cada aroma; en cada lugar; en cada fecha; en cada hora del día y parece que el mundo y la vida se empeñaran en que te extrañe cada vez más, y no sabes cómo duele.
Mientras encendía el último cigarro de la noche, observaba la luna llena esplendorosa y a sus acompañantes eternas, las estrellas. Me prometí aquella noche oscura borrar todo aquello amargo recuerdo tuyo, que juraba hasta el final de los días perseguirme cada noche. No sé cómo lograba hacerme sentir tan agobiada y a su vez un poco frustrada, pues me sentía inútil de saber que nos tuvimos un instante y que nos perdimos durante un momento eterno. Tan sólo recuerda y ten presente durante tu proyecto en este mundo, que tu presencia y tu aroma los tengo bajo llave en un cofre al lado de mi alma, que promete resguardar y cuidarte como lo más valioso que se cruzó por mi vida, pues desde hoy en esta clara noche perteneces a todo lo misterioso que desee tener y nunca tuve.
No es justo que me duela sólo a mí.
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