Personitas leyendo mí cabeza

lunes, 10 de septiembre de 2012

No me juzgues, esta es mi historia


Quizás esto suene algo cobarde, pero, quería que supierais mi historia, pero no quién soy. Apenas tuve infancia, mi infancia era una mezcla de: ir al colegio, en el cual los niños se burlaban de mí, por mi cuerpo. Ir al hospital, por mis abuelos, siempre enfermos, así que yo quedaba apartada de todo. O ir a casa de mis tíos, ya que mi padre tenía que trabajar, y mi madre estaba demasiado ocupada con mis abuelos. Me sentía sola, insegura, no me sentía protegida. Así que desde pequeña, me refugiaba en escribir historias de hadas, duendes, con bonitos finales felices, y por las noches me iba a dormir, y ponía mis cuentos debajo de la almohada, y así, tal vez, terminaba viviendo en uno de ellos, y no aquí, sola. Claro que, eso nunca ocurrió, pero era mi única manera de escapar por un rato de la realidad, era la única forma de sentirme bien. Fui creciendo, y dejé de creer en cuentos de hadas, pero nunca dejé de escribir, me sentía bien escribiendo, podía ser lo que yo quisiera, podía vivir en los mundos que yo quisiera... Pero llegó un punto, que, por muchas amigas que tuviera, tenía que escribir por obligación, porque era mi única manera de... Ser algo bueno en la vida, algo que valiera la pena. Seguí creciendo, no me soportaba. Los espejos me odiaban, todos se burlaban, yo me odiaba. No podía más, no sabía qué hacer. Me pasaba días y días llorando, llegó un punto en el que no podía más. Cogí una cuchilla, un corte en mi muñeca. El primero de muchos.  No sabía el por qué, pero era la única manera de que, por un momento pudiera respirar. Porque el dolor que sentía, me lo impedía, me aprisionaba el pecho, me dejaba sin fuerzas, simplemente, no podía con él. Y, con cada corte, a cuál más profundo, se me olvidaba lo que sentía, solamente sentía el escozor de mis muñecas, la sangre corriendo por mis manos, por fin respiraba. Pero apenas duraba, unos míseros segundos, ya que luego, me quedaba pensando, ¿Qué hacía?, mis muñecas, estaban sangrando, cortes que me llegaban a los codos, también en tobillos, debajo de la lengua... No podía parar, pero tampoco quería seguir haciéndolo. Mi vida transcurría, frente a un espejo, odiaba mi reflejo, esa no podía ser yo, no quería ser yo. No podía comer, me servían un plato y solo pensaba en lo enorme que era mi barriga, mis muslos, mis brazos, mis mejillas... Comía poco, muy poco, pero tengo una enfermedad, en la que necesito nutrientes, porque si no, me deja de correr el riego sanguíneo hasta el cerebro; así que todo volvía a empezar, comer, comer, comer, por fin mis tripas dejaban de sonar, ya no tenía hambre, ya no sentía frío, ya no estaba mareada, no estaba pálida. Pero estaba enorme. No, no podía ser, "¡Qué bajo he caído! ¿Cómo he podido comer tanto?" pensaba, iba al baño, me miraba en el espejo, los ojos se me cristalizaban, "soy horrible", era lo único que se me pasaba por la cabeza. Los dedos masajeaban mi garganta, hasta que me producía arcadas a mi misma, y así, vomitaba todos los alimentos consumidos, me estaba matando, lo sabía, pero no podía parar. Seguía transcurriendo mi vida, tenía varias amigas con las que sabía que siempre iba a poder contar, pero no sabían nada. Iba a clase con ropas anchas, y todos mis pantalones me quedaban bastante más anchos que cuando me los compré. Mis amigas me decían que había adelgazado, pero no las creía. Se me empezaron a pronunciar los huesos, las clavículas, las costillas, pero no demasiado, ya que, tenía sobrepeso. El pelo se me caía, me sentía mareada la mayor parte del tiempo, falta de hierro, falta de nutrientes, falta de azúcar, tenía fuertes dolores de cabeza... Necesitaba ayuda urgentemente. Me encontraba frente a la pantalla de mi ordenador. Había fotos de chicas tan preciosas, tan delgadas, tan altas... ¿Y yo qué era? ¿Un monstruo? Mi escritorio, primer cajón, bajo los folios, mi cuchilla. "¡Levanta de la silla gorda y mírate al espejo! ¿Acaso es bonito lo que ves? ¡NO!" Eso era lo único que se escuchaba en mi cabeza, de nuevo, las lágrimas corrían por mis mejillas, "no quiero ser así, no quiero, no quiero..." Mis manos temblaban, mis ojos se hinchaban a causa del llanto, un corte, dos, tres, cuatro... ocho... doce... Perdí la cuenta. En mis muñecas no quedaba espacio para ningún corte más, unas gotas cayeron al suelo... No, no era suficiente, seguía siendo un monstruo, "Otro corte, otro, más profundo, más, más, más..." Llevaba pantalones cortos, oh dios cómo odiaba mis muslos, eran demasiado gordos, tenían demasiada grasa, tenían que desaparecer. La cuchilla cortaba la piel de mis muslos, un corte tras otro, y otro, y otro... "No dejes de cortarte, otra vez, venga, más profundo, que duela, a ver si de una vez por todas te desangras..." Me miré al espejo, mi cara totalmente empapada por mis lágrimas, mis muñecas y mis muslos sangraban, cortes encima de cicatrices, sangre encima de cortes... "¿Qué estoy haciendo? ¿En qué me he convertido?" Solté la cuchilla, la dejé caer al suelo, me arrodillé... "¿¡Pero qué haces?! ¡Sigue cortándote!" Me puse las manos en la cabeza " ¡No! ¡Más no! ¡Desaparece!"... Y me quedé allí, arrodillada, frente al espejo, con una cuchilla al lado, llorando, pensando... No sé cuánto rato estuve ahí, pero decidí levantarme, limpié la sangre, tiré la cuchilla, me curé las heridas, los golpes. Me fui a la cama, necesitaba un descanso. Al día siguiente me dirigí al instituto con mi mejor amiga, me agarró por las muñecas, como solía hacer, siempre ocultaba el dolor cuando apretaba mis muñecas, mis cortes, de las cuales ella no sabía nada, pero estaba cansada, necesitaba ayuda, me quejé y me miró, desconfiada. La miré, creo que fue la primera que notó a mis ojos chillando socorro. Cogió mi mano, levanto el sueter, y, aunque se vieran, ya que tenía demasiadas, me apartó el reloj de mi muñeca. Primero se enfadó, luego le conté la historia. Me dijo que ella siempre estaría conmigo. No me fue fácil, no os mentiré. Después de decirle que no me cortaría, me volví a cortar, semanas después, pero nada en comparación con antes. Al menos, ya comía, solo había adelgazado 16.800 kg. Después le prometí a ella, que dejaría de cortarme de una vez por todas. Cree mis métodos para recordarme el por qué no debía cortarme, me escribía con boli su nombre en las muñecas, así sabría el por qué no debía hacerlo. Todo empezó cuando tenía 12 años, lo mantuve en secreto hasta los 14, y ahora, a los 15, hace 6 meses que no me corto, puede que os parezca poco, pero para mí es un gran logro, y espero, seguir así hasta el resto de mi vida. Lo necesito, no puedo volver a estar así, no lo soportaría.

10 comentarios:

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  2. :') me parece q hiciste bien al n cortarte mas creeme eso no es bueno :'( segui asi

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  3. tu historia y la mia es parecida solo que yo aun me corto :'( me alegro mucho de que lo hayas superadoo! un beso guapaa <3

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  4. Siento mucho lo que has sufrido.Y ahora sigue a Dios y tendrás vida eterna.
    Éxodo 23:22 Si obedeces estrictamente su voz y haces todo lo que yo hable,seré hostil con tus enemigos y hostigaré a los que te hostiguen.
    (palabra de Dios)

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  5. 1ª Timoteo 6:8 Teniendo,pues,sustento y con que cubrirnos,estaremos contentos con estas cosas.

    palabra de Dios.

    paciencia y fe.

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  6. 2ª Pedro 1:5 Suministren a su fe virtud,conocimiento;autodominio,aguante,devoción piadosa,cariño fraternal y amor.
    (sigue a Dios,Yajaira,para que Él esté contento con tigo)

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  7. Revelación 21:8 Pero en cuanto a los cobardes y los que no tienen fe y los que son repugnantes en su suciedad y asesinos y fornicadores y los que practican espiritismo,e idólatras y todos los mentirosos,su porción será en el lago que arde con fuego y azufre.Esto significa la muerte segunda."

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  8. Soy atea, no creo en dios y no me creo ni me interesan los versículos de la Biblia. Lo siento.

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